domingo, 26 de diciembre de 2010

Yeste

En cualquier tarea, el entusiasmo marca la diferencia, entre lo que se hace por obligación después de una semana llena de trabajo y lo que se hace por deseo.
Pues bien, hoy durante el desayuno hemos decidido hacer una excursión a Yeste, pueblo de la sierra de Albacete, un lugar para perderse como dice Jordi, que tuvo la oportunidad de conocerlo a fondo en el 2008 junto a Ruta Quetzal.
Nuestra aventura comienza después de varios kilómetros cuando llegamos a Elche de la Sierra, pueblo que ya conociamos por las carreras populares con la subida a la Peña de San Blas. Una paradita para que Jordi, Javi y Manuel cojan en el punto de información planos de senderos. Yo decido ir a comprar una candelaria (bollo con nueces y cabello de angel hecho en horno de leña tradicional). Inmediatamente, continuamos nuestro viaje pero ahora degustando este manjar. Las curvas de la carretera, el olor a pinos y la magia del paisaje aportan aún más relax a esta pequeña escapada, y es que muchas veces basta con elegir algo por lo que se puede sentir, aunque sea insignificante, para comenzar bien el día. Momentos para olvidar el estrés, los agobios de la ciudad... Un día para respirar, ver los colores del otoño, buscar níscalos, descubrir paisajes, recorrer sendas o hacer algunas fotos.
Entre pinos llega nuestra primera parada al lado de un pequeño riachuelo lleno de libélulas. Las miro detenidamente, es una pena que el 15% de esta especie en Europa se encuentre en peligro de extinción, pero siempre hay gente comprometida y se ha creado un programa llamado LIFE para el rescate de mariposas y libélulas.
Un momento para volar, poder apreciar el paisaje, comprender que no tenemos nada y lo tenemos todo.
Acercarse a los espacios naturales, cerrar los ojos, escuchar la naturaleza, supone una vuelta a las raices que sustentan la vida. Algo pasa en este lugar, entre el mito y la realidad, se cuela la vida misma.
Después de una comida en la cercanía de este riachuelo de aguas transparentes iniciamos nuestro camino.
Cuestas escarpadas con una inclinación importante, todo un recorrido especial. Mientras la tarde va avanzando, llegamos a un grupo de casas que siguen teniendo el sabor de la sierra, sus chimeneas humeantes nos indican la caída del sol. En estos lugares uno pone el acento en las otras cosas, en las otras pasiones, en los bienes que no tienen precio. Y así en mi camino de ascenso cierro los ojos y siento la paz, el frío de la tarde, el canto de los pájaros. Poco a poco, paso a paso, palo en mano llegamos a lo alto donde nos encontramos un mirador especial. Caracoleando desde lo alto, iniciamos nuestro descenso por una pequeña senda entre barro y piedras llenas de musgo, y dejándonos mecer por el suave ondular de sus cada vez más incipientes cuestas llegamos a los pies de un centenario nogal, enorme, con las hojas amarillas. No podemos olvidar que estamos en otoño. Bajo sus ramas hacemos algunas fotos y admiramos la cascada colgada de un risco de Collado Tornero. Su espectacularidad radica en el encajonamiento del agua en varios trayectos de su caida, realizando así piscinas y cascadas. Esta vista es una de las más espectaculares del Parque Natural Los Calares del Río Mundo, espacio protegido desde el año 2005 siendo uno de los más grandes de España. Pero lo mejor del día está por llegar...
Camino de Arroyo Chico nos decidimos a saludar a Antonio Manzanares, un fotógrafo de reconocimiento mundial, lleno de generosidad, atrevimiento y capacidad para reflejar con su cámara la naturaleza, reinventando la creatividad y así plasmando lo nunca visto, o quizás algo que por estar tan cerca pasa desapercibido.
Un kilómetro más acompañados por un paisaje que enamora, entre los árboles, susurros de animales, sonidos del agua que se mezclan en una irrepetible sinfonía.
La suerte está a nuestro favor: vemos a Antonio a lo lejos con unos amigos. Decidimos dejar el coche al llegar a la finca, ya que la atreviesa un río y recorremos el último trayecto a pie. Saludos, presentaciones y como siempre Antonio, educado, hospitalario, bohemio, nos dice que tenemos que subir a su casa en los Giles.
Atravesamos el río con el coche y ahí comienza nuestra aventura, cuando a mitad del río el vehículo comienza a derrapar. Antonio se ríe pero al final logramos salir.
Viendo estos paisajes entiendo el trabajo de Manzanares y los milagros de la naturaleza. Un camino forestal con una gran inclinación nos lleva a su refugio en lo alto de la montaña. La energía se percibe al llegar a la casa y poder desde el mirador contemplar todo el valle, junto a la escasa luz que dibuja las montañas al caer de la tarde, bosques de un verde casi negro. Impotentes ante tanta belleza hacemos algunas fotos de unas vistas que no tienen desperdicio. Momentos únicos que invitan a soñar y contemplar un laberinto lleno de magia donde el horizonte se vuelve generoso y así admiramos este refugio que parece ser perfecto para cualquier artista, auditorio de la naturaleza capaz de enamorar al más inmortal de los seres humanos. En esto consiste la metafísica de las cosas preciosas.
Cae la tarde, y Antonio, Carmen... como buenos anfitriones encienden la chimenea mientras tomamos una infusión de frutos secos y hierbas de la montaña. Pasan los minutos entre libros únicos llenos de fotografías, testigos de momentos de una vida. Mirando estas fotos uno se da cuenta de las hermosas lecciones que nos ofrece la naturaleza. Junto a la chimenea las estrellas comienzan a surgir y con ellas la despedida de un día reconfortable, cálido, lleno de sonrisas, detalles estimulantes que nos recuerdan que seguimos vivos.
Absolutamente entrañable.

lunes, 6 de diciembre de 2010

CUATRO DÍAS DE VACACIONES (III)

Me ha gustado la noche en el camping. El canto de las chicharras, muy abundantes en esta zona pero, en fin, tenemos todo un día por delante y nos decidimos a recorrer parte del Parque Natural del Cabo de Gata, no sin antes hacer una breve visita al supermercado de Las Negras para comprar hielo, coca-cola y pan del día. Iniciamos nuestro trayecto llegando a Los Albacetes. No sabíamos que existiera una aldea el Almería de semejante nombre, por lo que tomamos la fotografía de rigor. Continuando por la carretera, llegamos a una señal que nos indica la cercanía de la Playa del Carnaje, de acceso muy dificultoso, imposible para coches, y si no que se lo pregunten a Manuel que, de milagro, no cayó con su todo terreno por un barranco. Jordi y yo decidimos bajar a una playa que se divisa hermosísima desde la lejanía, pero inimaginable en la cercanía. Guijarros enormes de colores, todos iguales, como hechos por una misma máquina, la naturaleza. Olvidada del mundo, del estrés, solamente el sonido de alguna gaviota y del agua y dos palmeras medio secas a su comienzo. Pero toda su majestuosidad no reside solamente en eso, sino en la vista espectacular que hay, llegando a la orilla, consistente en dos volcanes simétricos, imagen digna de la más valiosa fotografía.

sábado, 4 de diciembre de 2010

CUATRO DÍAS DE VACACIONES (II)

La tienda, por poner, sobre el suelo pero, como siempre, con dos expertos, en unos segundos, pim, pam, la tienda se levanta. Y yo, sin mover un dedo. Algo más complicado resulta elevar por primera vez la hamaca, aunque parezca mentira y, si no, que se lo pregunten a la espalda de Jordi, con un acercamiento al suelo con la aceleración de la gravedad. Pero llegó McGuiver e hizo un nudo estupendo. Nada de esto nos impidió pasar unos buenos momentos entre risas y la instalación total. Por fin, un bañito y, después, ¡a comer!
Por la tarde, decidimos ir a comprar agua a un pequeño pueblo cercano, Las Negras y recordaré siempre la tarde que pasamos mirando al mar en su paseo marítimo con los pies colgando sobre la arena y tomándonos un helado entre risas y relax. Nada importante y, sin embargo, inolvidable.
Noche llena de estrellas, con las Perseidas. Estamos en el sitio adecuado, nada de contaminación y junto al mar.
El ruido del campamento nos despierta temprano. Un buen desayuno que, como siempre, he preparado previamente en casa: tostadas, café, fruta, pasteles, zumo... Bueno, no os cuento la cara de los vecinos y cómo se les iban los ojos a nuestra mesa de desayuno. Hay que tomar fuerzas porque vamos a vivir una gran aventura. Nos perderemos por las sendas del parque natural para llegar a una playa única. Pero eso será en otra entrada.

CUATRO DÍAS DE VACACIONES (I)

Llega agosto y tengo acumulados dos días de vacaciones que pienso disfrutar al máximo. Nuestro viaje comienza con los preparativos de un viaje de aventura: sacos de dormir, tiendas de campaña, zapatillas, mochilas, ah, se me olvidaba, la hamaca de Jordi, que ha llegado desde México y acompañando a la ruta durante todo su trayecto por España pero, por fin, está en casa dispuesta a que la estrenemos en nuestro viaje. Como siempre, Manuel dice que todo no cabe en su coche, pero estoy segura de que sí. Bueno, comienza nuestro viaje, rumbo a Almería. Noche para descansar en Huércal Overa y sueño reparador.
"Suena el rin, rin de tu despertador", no es la canción del verano, es realmente nuestro despertador. Aunque hay poca luz, la premura nos hace madrugar, ya que hay que coger plaza muy temprano en el camping del cabo de Gata La Caleta. Ilusionados, comienza el trayecto por la autovía. Nueve de la mañana: el acceso al camping, con algunas curvas, pero el marco es precioso, rodeado de mar.
Hay que esperar. Hasta las 10 no sabremos si podemos entrar o si hay plazas. Y decidimos dar una vuelta, cuando nos damos cuenta de que el sitio elegido es perfecto: playa privada y muy bonita. Pasados unos minutos, accedemos a nuestra parcela. Nos gusta, la ubicación es perfecta, rodeada de árboles. Vamos a montar la tienda y la hamaca.

COMIENZO DEL VERANO

Por fin, después de un año sin trabajo, me imagino que al igual que mucha gente, ya que esta crisis está llegando a miles de hogares españoles, llega el verano y, con él, un contrato de tres meses, la salvación durante algún tiempo. Todos, esperando disfrutar de unas vacaciones, llega el descanso tan anhelado. Yo, contenta de volver al trabajo y, una vez más, la alegría inunda mi corazón: estoy haciendo una mochila, otro año, para la Ruta Quetzal. Jordi, con exámenes, y yo, de reforma en la casa y otra vez trabajando. Un poco cansada, pero procuro llegar a todo. Y, como siempre, feliz, muy feliz. Este año, un nuevo sitio, el gimnasio, nuevas compañeras, Paqui, Mati, Choni, Yolanda y un sinfín de alegrías... lo mío es trabajar, disfruto con ello. Comienzan los madrugones, las ilusiones y las prisas veraniegas.

miércoles, 7 de abril de 2010

LOS MOMENTOS DE MI VIAJE (III)

Parece ser que hoy vamos a disfrutar del día y, tras nuestro paseo junto al mar y la cantidad de edificios de Mojácar, vamos dejando atrás el pueblo, camino de Carboneras. Quizá no haya sido la decisión más acertada, ya que a mí me dan mucho miedo las carreteras con curvas y, la verdad, esto parece una espiral. Al fondo, curvas, curvas y más curvas con unos desniveles impresionantes, por lo que me permito cerrar los ojos durante diez minutos hasta que pase esta tortura. Llegamos a Carboneras, donde se supone que la playa a la que vamos a acceder estará bien indicada, pero nada, por lo que decidimos preguntar a uno que tiene pinta de ser del pueblo, y la explicación deja mucho que desear, pero intentaremos seguirla. "Tienen que llegar a un parque lleno de cachivaches a la izquierda, pero para llegar a él tienen que callejear por todo Carboneras. Luego, a la central térmica y después a la desaladora. En fin, continúen la carretera." Encendemos el TomTom pero, una vez más, se equivoca, y nos lleva a una playa al lado de la cementera, que no tiene nada que ver con la que esperábamos.
Nuestro viaje todavía no está concluido: tendremos que localizar la playa. De nuevo, en el coche, ascendiendo una pequeña montaña con unas cuantas curvas y llegamos al sitio esperado, la Playa de los Muertos. Desde la carretera, la vista es espectacular, pero nuestro problema no termina aquí, porque no hay aparcamiento. Sin embargo, la suerte sigue a nuestro favor y, en un pequeño rincón, conseguimos meter el coche. Neveras, zapatillas, y dispuestos a bajar por un camino, resbalón tras resbalón. Muchos son los compañeros de la senda que deciden desistir en su empeño, dadas las condiciones del camino, pero nosotros continuamos, porque tenemos ganas de ver nuestra deseada playa. Y, tras un kilómetro de bajada por una gran pendiente, llegamos a nuestro destino. Una hermosa playa de pequeños cantos rodados con un azul turquesa inolvidable. Hermosa. Majestuosa. Parece mentira que el Mediterráneo pueda tener rincones así, perdidos, olvidados, pero al final encontrados. Rinconces para guardar en un trocito del alma y me despido mirando el azul del cielo mezclado con el turquesa del mar en el horizonte.

martes, 6 de abril de 2010

LOS MOMENTOS DE MI VIAJE (II)

Por fin atravesamos el puente estrecho que hay en la salida de Huércal Overa y una alegría, ya que hay un pequeño riachuelo que ha crecido por el agua de las lluvias, donde desde hace años todo estaba seco, incluyendo la vegetación.
Comienzan las curvas... Una, dos, tres... Pronto llega la incorporación a la autovía. Menos mal. Vamos a amenizarlo con un poco de música. Vera, el mar azul, tranquilo, uno de esos días para disfrutar de ese azul intenso que parece que se funde con el cielo. Pero nuestro objetivo no es este pueblo. Carretera y manta hacia Garrucha y Mojácar. ¡Ah, nos faltan unas patatas! Todo surge en nuestro camino, hoy no puede salir nada mal: una tienda abierta y, por fin, nuestras patatas. De nuevo, continuamos nuestro viaje. El TomTom, como siempre, nos pierde, y es que no lo hemos actualizado, pero ahí está el Garmin de Jordi que, a pesar de ser barato, siempre nos saca de los apuros. Mojácar, mar y playa, inmensidad. El conductor parece ser que se quiere quedar allí. Mirad, mirad, si es que nos podemos parar en este mismo momento; aquí no hay casi nadie. Pero nosotros, necios, tenemos un objetivo, y hay que cumplirlo, por lo que hacemos oídos sordos y decidimos continuar el camino. Bueno, un resalto, otro, y así hasta cincuenta o más. No dirán que hemos corrido... ¡cómo vamos a correr! La lenta velocidad nos permite ir disfrutando de este blanco pueblo de Almería que, a pesar de ser semana santa, no tiene muchos visitantes, y es que la crisis se siente en los bolsillos.

LOS MOMENTOS DE MI VIAJE

Suena el despertador. Son las 7 de la mañana. Los pies calentitos salen fuera de la cama para tomar posesión de mis zapatillas. Una visita al baño y, todavía medio deambulando, me dirijo a la cocina para preparar los bocatas del que va a ser un gran día, aunque en la mitad del trayecto, decido echar una miradita por el balcón para ver la temperatura, nada fría a pesar de que estamos a primeros de abril, pero el lugar, Almería, nos permite disfrutar de una primavera anticipada, con lo cual decido dar mis últimos pasos hacia la cocina y comenzar a preparar la comida de hoy. El momento y el día se merecen algo más que unos bocatas y me imagino que, después de la caminata de acceso a la playa, el apetito se habrá incrementado. Bueno, coca colas, zumo, patatas, ensalada, agua fresquita y un sinfín de cosas más para que no falte de nada.
Llama al ascensor... ¡Ascensoooor! Bueno, como no viene, habrá que apretarle al botón, a ver si se decide a subir. ¿Nos falta algo? Mochilas, bastones, cámaras de fotos, TomTom... ¿adónde vamos sin tecnología?
Por fin en el coche. Ah, nos falta una cosa... no nos hemos traído al Chaval de la Peca para amenizar nuestro viaje... mejor dicho, dos, porque el TomTom, como siempre, va sin batería. No sabemos como, pero en todos los comienzos de viaje decide apagarse. Pero bueno, todo es cuestión de enchufarlo a la batería del coche y emprender nuestro viaje. Se me ha olvidado, queridos amigos, que nos encontramos en Huércal-Overa, un pueblo de Almería, donde los conductores, cuando ven a alguien conocido, se paran en mitad de la calle, y les da igual la cola que haya detrás... pitas y pitas pero, mientras dure la conversación, no emprenderán el movimiento... y los de detrás que aguanten.
Esto es un inicio. Si deseas seguir leyendo mis aventuras, espera unos días y colgaremos la continuación.