Suena el despertador. Son las 7 de la mañana. Los pies calentitos salen fuera de la cama para tomar posesión de mis zapatillas. Una visita al baño y, todavía medio deambulando, me dirijo a la cocina para preparar los bocatas del que va a ser un gran día, aunque en la mitad del trayecto, decido echar una miradita por el balcón para ver la temperatura, nada fría a pesar de que estamos a primeros de abril, pero el lugar, Almería, nos permite disfrutar de una primavera anticipada, con lo cual decido dar mis últimos pasos hacia la cocina y comenzar a preparar la comida de hoy. El momento y el día se merecen algo más que unos bocatas y me imagino que, después de la caminata de acceso a la playa, el apetito se habrá incrementado. Bueno, coca colas, zumo, patatas, ensalada, agua fresquita y un sinfín de cosas más para que no falte de nada.
Llama al ascensor... ¡Ascensoooor! Bueno, como no viene, habrá que apretarle al botón, a ver si se decide a subir. ¿Nos falta algo? Mochilas, bastones, cámaras de fotos, TomTom... ¿adónde vamos sin tecnología?
Por fin en el coche. Ah, nos falta una cosa... no nos hemos traído al Chaval de la Peca para amenizar nuestro viaje... mejor dicho, dos, porque el TomTom, como siempre, va sin batería. No sabemos como, pero en todos los comienzos de viaje decide apagarse. Pero bueno, todo es cuestión de enchufarlo a la batería del coche y emprender nuestro viaje. Se me ha olvidado, queridos amigos, que nos encontramos en Huércal-Overa, un pueblo de Almería, donde los conductores, cuando ven a alguien conocido, se paran en mitad de la calle, y les da igual la cola que haya detrás... pitas y pitas pero, mientras dure la conversación, no emprenderán el movimiento... y los de detrás que aguanten.
Esto es un inicio. Si deseas seguir leyendo mis aventuras, espera unos días y colgaremos la continuación.
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