La tienda, por poner, sobre el suelo pero, como siempre, con dos expertos, en unos segundos, pim, pam, la tienda se levanta. Y yo, sin mover un dedo. Algo más complicado resulta elevar por primera vez la hamaca, aunque parezca mentira y, si no, que se lo pregunten a la espalda de Jordi, con un acercamiento al suelo con la aceleración de la gravedad. Pero llegó McGuiver e hizo un nudo estupendo. Nada de esto nos impidió pasar unos buenos momentos entre risas y la instalación total. Por fin, un bañito y, después, ¡a comer!
Por la tarde, decidimos ir a comprar agua a un pequeño pueblo cercano, Las Negras y recordaré siempre la tarde que pasamos mirando al mar en su paseo marítimo con los pies colgando sobre la arena y tomándonos un helado entre risas y relax. Nada importante y, sin embargo, inolvidable.
Noche llena de estrellas, con las Perseidas. Estamos en el sitio adecuado, nada de contaminación y junto al mar.
El ruido del campamento nos despierta temprano. Un buen desayuno que, como siempre, he preparado previamente en casa: tostadas, café, fruta, pasteles, zumo... Bueno, no os cuento la cara de los vecinos y cómo se les iban los ojos a nuestra mesa de desayuno. Hay que tomar fuerzas porque vamos a vivir una gran aventura. Nos perderemos por las sendas del parque natural para llegar a una playa única. Pero eso será en otra entrada.
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