Parece ser que hoy vamos a disfrutar del día y, tras nuestro paseo junto al mar y la cantidad de edificios de Mojácar, vamos dejando atrás el pueblo, camino de Carboneras. Quizá no haya sido la decisión más acertada, ya que a mí me dan mucho miedo las carreteras con curvas y, la verdad, esto parece una espiral. Al fondo, curvas, curvas y más curvas con unos desniveles impresionantes, por lo que me permito cerrar los ojos durante diez minutos hasta que pase esta tortura. Llegamos a Carboneras, donde se supone que la playa a la que vamos a acceder estará bien indicada, pero nada, por lo que decidimos preguntar a uno que tiene pinta de ser del pueblo, y la explicación deja mucho que desear, pero intentaremos seguirla. "Tienen que llegar a un parque lleno de cachivaches a la izquierda, pero para llegar a él tienen que callejear por todo Carboneras. Luego, a la central térmica y después a la desaladora. En fin, continúen la carretera." Encendemos el TomTom pero, una vez más, se equivoca, y nos lleva a una playa al lado de la cementera, que no tiene nada que ver con la que esperábamos.
Nuestro viaje todavía no está concluido: tendremos que localizar la playa. De nuevo, en el coche, ascendiendo una pequeña montaña con unas cuantas curvas y llegamos al sitio esperado, la Playa de los Muertos. Desde la carretera, la vista es espectacular, pero nuestro problema no termina aquí, porque no hay aparcamiento. Sin embargo, la suerte sigue a nuestro favor y, en un pequeño rincón, conseguimos meter el coche. Neveras, zapatillas, y dispuestos a bajar por un camino, resbalón tras resbalón. Muchos son los compañeros de la senda que deciden desistir en su empeño, dadas las condiciones del camino, pero nosotros continuamos, porque tenemos ganas de ver nuestra deseada playa. Y, tras un kilómetro de bajada por una gran pendiente, llegamos a nuestro destino. Una hermosa playa de pequeños cantos rodados con un azul turquesa inolvidable. Hermosa. Majestuosa. Parece mentira que el Mediterráneo pueda tener rincones así, perdidos, olvidados, pero al final encontrados. Rinconces para guardar en un trocito del alma y me despido mirando el azul del cielo mezclado con el turquesa del mar en el horizonte.
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