miércoles, 7 de abril de 2010

LOS MOMENTOS DE MI VIAJE (III)

Parece ser que hoy vamos a disfrutar del día y, tras nuestro paseo junto al mar y la cantidad de edificios de Mojácar, vamos dejando atrás el pueblo, camino de Carboneras. Quizá no haya sido la decisión más acertada, ya que a mí me dan mucho miedo las carreteras con curvas y, la verdad, esto parece una espiral. Al fondo, curvas, curvas y más curvas con unos desniveles impresionantes, por lo que me permito cerrar los ojos durante diez minutos hasta que pase esta tortura. Llegamos a Carboneras, donde se supone que la playa a la que vamos a acceder estará bien indicada, pero nada, por lo que decidimos preguntar a uno que tiene pinta de ser del pueblo, y la explicación deja mucho que desear, pero intentaremos seguirla. "Tienen que llegar a un parque lleno de cachivaches a la izquierda, pero para llegar a él tienen que callejear por todo Carboneras. Luego, a la central térmica y después a la desaladora. En fin, continúen la carretera." Encendemos el TomTom pero, una vez más, se equivoca, y nos lleva a una playa al lado de la cementera, que no tiene nada que ver con la que esperábamos.
Nuestro viaje todavía no está concluido: tendremos que localizar la playa. De nuevo, en el coche, ascendiendo una pequeña montaña con unas cuantas curvas y llegamos al sitio esperado, la Playa de los Muertos. Desde la carretera, la vista es espectacular, pero nuestro problema no termina aquí, porque no hay aparcamiento. Sin embargo, la suerte sigue a nuestro favor y, en un pequeño rincón, conseguimos meter el coche. Neveras, zapatillas, y dispuestos a bajar por un camino, resbalón tras resbalón. Muchos son los compañeros de la senda que deciden desistir en su empeño, dadas las condiciones del camino, pero nosotros continuamos, porque tenemos ganas de ver nuestra deseada playa. Y, tras un kilómetro de bajada por una gran pendiente, llegamos a nuestro destino. Una hermosa playa de pequeños cantos rodados con un azul turquesa inolvidable. Hermosa. Majestuosa. Parece mentira que el Mediterráneo pueda tener rincones así, perdidos, olvidados, pero al final encontrados. Rinconces para guardar en un trocito del alma y me despido mirando el azul del cielo mezclado con el turquesa del mar en el horizonte.

martes, 6 de abril de 2010

LOS MOMENTOS DE MI VIAJE (II)

Por fin atravesamos el puente estrecho que hay en la salida de Huércal Overa y una alegría, ya que hay un pequeño riachuelo que ha crecido por el agua de las lluvias, donde desde hace años todo estaba seco, incluyendo la vegetación.
Comienzan las curvas... Una, dos, tres... Pronto llega la incorporación a la autovía. Menos mal. Vamos a amenizarlo con un poco de música. Vera, el mar azul, tranquilo, uno de esos días para disfrutar de ese azul intenso que parece que se funde con el cielo. Pero nuestro objetivo no es este pueblo. Carretera y manta hacia Garrucha y Mojácar. ¡Ah, nos faltan unas patatas! Todo surge en nuestro camino, hoy no puede salir nada mal: una tienda abierta y, por fin, nuestras patatas. De nuevo, continuamos nuestro viaje. El TomTom, como siempre, nos pierde, y es que no lo hemos actualizado, pero ahí está el Garmin de Jordi que, a pesar de ser barato, siempre nos saca de los apuros. Mojácar, mar y playa, inmensidad. El conductor parece ser que se quiere quedar allí. Mirad, mirad, si es que nos podemos parar en este mismo momento; aquí no hay casi nadie. Pero nosotros, necios, tenemos un objetivo, y hay que cumplirlo, por lo que hacemos oídos sordos y decidimos continuar el camino. Bueno, un resalto, otro, y así hasta cincuenta o más. No dirán que hemos corrido... ¡cómo vamos a correr! La lenta velocidad nos permite ir disfrutando de este blanco pueblo de Almería que, a pesar de ser semana santa, no tiene muchos visitantes, y es que la crisis se siente en los bolsillos.

LOS MOMENTOS DE MI VIAJE

Suena el despertador. Son las 7 de la mañana. Los pies calentitos salen fuera de la cama para tomar posesión de mis zapatillas. Una visita al baño y, todavía medio deambulando, me dirijo a la cocina para preparar los bocatas del que va a ser un gran día, aunque en la mitad del trayecto, decido echar una miradita por el balcón para ver la temperatura, nada fría a pesar de que estamos a primeros de abril, pero el lugar, Almería, nos permite disfrutar de una primavera anticipada, con lo cual decido dar mis últimos pasos hacia la cocina y comenzar a preparar la comida de hoy. El momento y el día se merecen algo más que unos bocatas y me imagino que, después de la caminata de acceso a la playa, el apetito se habrá incrementado. Bueno, coca colas, zumo, patatas, ensalada, agua fresquita y un sinfín de cosas más para que no falte de nada.
Llama al ascensor... ¡Ascensoooor! Bueno, como no viene, habrá que apretarle al botón, a ver si se decide a subir. ¿Nos falta algo? Mochilas, bastones, cámaras de fotos, TomTom... ¿adónde vamos sin tecnología?
Por fin en el coche. Ah, nos falta una cosa... no nos hemos traído al Chaval de la Peca para amenizar nuestro viaje... mejor dicho, dos, porque el TomTom, como siempre, va sin batería. No sabemos como, pero en todos los comienzos de viaje decide apagarse. Pero bueno, todo es cuestión de enchufarlo a la batería del coche y emprender nuestro viaje. Se me ha olvidado, queridos amigos, que nos encontramos en Huércal-Overa, un pueblo de Almería, donde los conductores, cuando ven a alguien conocido, se paran en mitad de la calle, y les da igual la cola que haya detrás... pitas y pitas pero, mientras dure la conversación, no emprenderán el movimiento... y los de detrás que aguanten.
Esto es un inicio. Si deseas seguir leyendo mis aventuras, espera unos días y colgaremos la continuación.